viernes, 5 de febrero de 2016

CONSUMO V


Economía de la envidia y la solidaridad

El análisis de las preferencias de los consumidores mediante mapas de curvas de indiferencia permite describir los gustos de los individuos ante la riqueza ajena, es decir, describir los instintos de envidia y solidaridad. La solidaridad (caridad, filantropía,...) consiste en sentirse apesadumbrado o, en términos neoclásicos, en recibir utilidad negativa, por el hecho de saber que otro individuo tiene insatisfechas más necesidades o que dispone de ingresos más bajos, y estar dispuesto a ceder parte de la riqueza propia para aumentar la riqueza ajena. La envidia, por el contrario, consiste en experimentar una disminución de la utilidad propia ante la riqueza ajena. El envidioso está dispuesto a dedicar esfuerzo y tiempo, renunciando a utilidad propia, para conseguir disminuir la utilidad ajena.


Envidia y la solidaridad representadas en un mapa de curvas de indiferencia.

En la figura observamos el mapa de curvas de indiferencia de un individuo entre la riqueza propia y la ajena. La línea de 45º está formada por todos los puntos en los que los ingresos propios y ajenos son iguales. Las líneas rígidas verticales representan el mapa de curvas de indiferencia si el individuo es neutral ante la riqueza ajena: prefiere más riqueza propia a menos, pero para un nivel determinado de riqueza propia, su utilidad es la misma sea cual sea la riqueza ajena.

Por debajo de la línea de 45º, es decir, cuando los ingresos ajenos son más bajos que los propios, las curvas de indiferencia se distorsionan hacia la derecha. Eso es la consecuencia de que el individuo esté dispuesto a ceder parte de la riqueza propia para conseguir el aumento de la riqueza ajena... hasta que se iguale a la propia.

Por encima de la línea de 45º se muestra el sentimiento contrario, la envidia ante la riqueza ajena. Las curvas de indiferencia se desvían indicando así que la desutilidad recibida por percibir la riqueza ajena requiere ser compensada por un aumento de la riqueza propia. O, en otras palabras, que el individuo está dispuesto a entregar parte de la utilidad propia con tal de ver disminuir la utilidad ajena.

La envidia y la solidaridad son las dos caras de una misma moneda: el deseo de igualdad social, de equidad, de que todos sean iguales... a mí. Ambos sentimientos están profundamente arraigados en el ser humano y representan un importante papel en el mantenimiento de la cohesión social.

Su universalidad permite formular la hipótesis de que son instintos desarrollados y fortalecidos durante los cuatro millones de años en los que las bandas de cazadores-recolectores vagabundearon por nuestro planeta; la solidaridad fomentaría la protección de los débiles mientras que la envidia bloquearía las posibilidades de independencia de los fuertes; los individuos y las bandas dotados de esos instintos permanecerían más cohesionados, más unidos, con mayor fuerza social para soportar situaciones críticas; en la lucha por la supervivencia esos instintos proporcionarían mayores probabilidades de éxito, por lo que serían transmitidos a un mayor número de descendientes.

Lo que en su día fomentó la cohesión de la banda, sirvió posteriormente para mantener la cohesión de la urbe, después para la nación y ahora para el planeta. El sentimiento generalizado de solidaridad hacia los problemas del tercer mundo está forzando a los gobiernos de los países desarrollados a prestarle su atención y ayuda. La envidia puede actuar positivamente como un estímulo para el progreso económico, fomentando el esfuerzo para alcanzar una mayor eficacia y obtener las mismas rentas que los individuos más ricos, pero sus efectos son principalmente negativos: cohíbe el espíritu emprendedor y desincentiva el triunfo. Además, suele ser utilizada negativamente por algunos gobiernos: en unión a la xenofobia, está siendo esgrimida para, suscitando sentimientos anti-países-ricos, cohesionar a los súbditos y conseguir mayor sumisión.